MARZO 2021 · ENG

Sam Chermayeff es arquitecto, comisario, diseñador y docente. Su práctica comienza con el deseo de hacer cosas, lugares y atmósferas con el objetivo de que las personas se relacionen con la arquitectura, que la arquitectura se relacione con las personas y que las personas se relacionen consigo mismas.
Desde su casa en Berlín, Sam Chermayeff comparte su visión acerca de la necesidad de explorar una arquitectura de contornos más difusos a traves de diseños que tengan en cuenta la vida social y la introspección al mismo tiempo.
Ciudades pospandemia #10
Audio: Sam Chermayeff
Realización sonora: Genzo P.
Comisariado: Kristine Guzmán y Eneas Bernal.
Imagen: Meyer-Grohbrügge & Chermayeff. Junio, 2014.
Conecta con el trabajo de Sam Chermayeff en samchermayeffoffice.com, june-14.com e instagram
Transcripción del audio
Hola, me llamo Sam Chermayeff. Gracias por invitarme. Soy un arquitecto que vive en Berlín, pero que creció en Nueva York, y tengo una oficina aquí en Alemania, que se centra especialmente en las personas, a pesar de no hablar realmente alemán.
Es un momento extraño. Estoy grabando esto el 15 de marzo, así que hoy es el primer día que mi hija y muchos otros niños vuelven a la guardería, y parece que estamos llegando al final de un año extremadamente largo. Han cambiado muchas cosas, aunque gran parte de mi búsqueda es la misma. La arquitectura siempre está en una especie de trayectoria larga.
Me han pedido que reflexione sobre lo que es especial ahora y qué estoy haciendo para reaccionar, si queréis, a la pandemia, pero también a las ideas cambiantes sobre la arquitectura colectiva. Yo trabajaba en SANAA, y lo que me ha preocupado desde el principio es hacer una arquitectura que conecte a las personas, y lo digo en el sentido clásico de espacio público. Es decir, en el sentido clásico de la vivienda colectiva, donde la gente vive junta, donde la gente invierte junta, donde la gente, ya sabéis, piensa en sus casas como parte de una comunidad a muchas, muchas escalas. Desde el punto de vista de un solo vecino a todo el edificio, a toda la manzana, a todo el barrio, a la ciudad, a la nación, a la Unión Europea en este caso, etc.
Lo que implicaba para mí, creo, en términos de arquitectura antes de la pandemia, y lo sigue haciendo, es solo una idea de intentar que las personas estén juntas y separadas al mismo tiempo. El sistema capitalista se encuentra en una especie de modo avanzado, por lo que existe, incluso en mí, un deseo de individualismo y autoría y, digamos, una especie de modelo autorreferencial. Y también hay una especie de soledad inherente. Quiero decir, vivo en otro país donde no hablo el idioma, sin nadie de mi familia. Mis padres ya no están, y mis hermanas viven al otro lado del mundo. Pero, de alguna manera, necesito sentirme conectado con las personas y, por eso, necesito hacer comunidad, y creo que mucha gente tiene ese sentimiento dada la movilidad que hasta hace muy poco estaba disponible para todos nosotros a lo largo de, ya sabes, la última… Toda mi vida adulta. Estoy cerca de cumplir los 40, al menos durante 20 años la gente ha podido moverse y… Como he dicho, he vivido en Japón, ahora vivo en Alemania, voy a Nueva York con bastante regularidad. Necesito establecer conexiones con la gente de nuevas maneras y diferentes a las anteriores. Lo que esto implica arquitectónicamente es… bueno, implica muchas cosas, pero literalmente significa encontrarse cara a cara con tus vecinos.
Así que, empezaré con el gran edificio que estoy haciendo con mi socia Johanna Meyer-Grohbrügge, que también trabajó en SANAA, con la que tengo una oficina llamada June 14. Estamos construyendo un edificio enorme, bueno, enorme para nosotros, un edificio de 23 unidades de apartamentos donde los espacios se entrecruzan, donde hay espacios a doble altura y hay que imaginar que, en medio de estas 23 unidades, cada unidad, por estar a doble altura y desplazada, limita con otros cuatro espacios, con otras cuatro unidades. Hay como unas puertas hacia las casas de tus vecinos y hay una especie de habitaciones que se pueden utilizar entre casa y casa. Digamos que puedes compartir la cocina con tu vecino o que puedes tener una habitación de invitados que se abre a dos puertas, a dos apartamentos diferentes para que un día puedan venir mis suegros y otro día otra persona traiga a su hermano pequeño. Para mí, ese tipo de distribución sigue permitiendo el individualismo, pero también da lugar a un poco de negociación. Digamos que, de manera positiva, hay un poco de fricción. Y la forma en que estos apartamentos están organizados es tal que también se envuelven unos con otros. Así que, cuando vayas a tu ventana, puede que, a veces, veas a tu vecino pero, aun así, sigues teniendo tu espacio. Hay mucha transparencia, pero también espacios individuales grandes y pequeños, ¿verdad? De esta manera, a veces compartes los espacios pequeños, pero conservas los grandes para ti. Estos espacios serán visibles entre sí y también a la calle. Así que son espacios muy visibles y abiertos. Pero quizá esto es difícil de entender en un podcast. Podéis ver más en https://kufu.berlin/. [Lo detallaré en las notas]. Y eso es algo que tiene todo el sentido, algo como fuera de la pandemia, mientras que pasamos el último año tratando desesperadamente de aislarnos, todos nosotros, ¿verdad? Así que tratamos de no estar juntos, a pesar, creo, de querer estarlo. Yo, en mi caso, echo mucho de menos a la gente.
Así que una de las cosas que he notado sobre cómo ha cambiado mi trabajo durante el último año es que lo relativo al individuo y a compartir se ha concentrado en la cocina. Seguramente no soy la primera persona que diga esto, pero todo el mundo, incluido yo, se ha convertido en mucho mejor cocinero durante la pandemia. Aprecio más la cocina, ya sabéis, a la fuerza en cierto modo. Ya sabéis, tengo una familia, ya no hay restaurantes, tengo que cocinar. Y ahora que las restricciones se han relajado, he empezado a invitar a la gente y he empezado a replantearme, tanto para mí como para mis clientes, en cómo la cocina se convierte en una especie de espacio colectivo. Ya no se trata de hospedar como antes. No es un tipo formal de presentación. La cocina se ha vuelto inherentemente más colaborativa con la gente, y creo que eso es fascinante. Así que, si pudiera sacar algo especial de este momento concreto, es una especie de replanteamiento sobre cómo adaptar los espacios para que estén abiertos a la actividad colectiva. Y eso significa, de manera muy básica, islas de cocina, ¿verdad?
Empecemos con algo que ciertamente no he inventado, pero que a todo el mundo le gustaría tener: una isla de cocina. A todo el mundo le gustaría derribar ese muro, si es que lo tiene, entre su cocina y el resto de la casa, para poder estar de pie y de cara a su casa y, por tanto, de cara a sus invitados y a su familia, mirar por la ventana y hacer que la cocina y la comida formen parte de una especie de convivencia general.
Y también ha sido algo divertido de diseñar. No se pueden tener islas de cocina en todas partes, así que hay que pensar muy bien en cómo rediseñar las cocinas de manera que las partes sobresalgan y las cosas sucedan de manera que no estés frente a una pared todo el tiempo. Sé que suena muy rudimentario, pero es un placer captar esa cosa, captar un momento en el que dos personas pueden encontrarse cara a cara y cortar. Así que he estado haciendo una especie de bloques de corte divertidos que floten en tu cocina si no puedes tener una isla de cocina. O he estado haciendo cosas en las que las ollas simplemente cuelgan en medio de la habitación o estufas que se pueden mover para que puedas llevarlas en lugar de tener estas cosas gigantes contra la pared… algo para reunirse alrededor.
Pienso eso porque tenemos una escala muy pequeña de gente, de colectividad, en este momento, ¿verdad? Tenemos la colectividad de sociedad, no queremos que la gente enferme, tampoco que muera. Hasta cierto punto, todos hemos estado atentos a eso, así que hay que hacer estos pequeños movimientos que creo que son ejemplos para los grandes movimientos arquitectónicos. Espero que la gente, en el futuro, centre sus casas realmente más en torno a la cocina, más en torno a cocinar, más en torno a trabajar y hacer cosas juntos. Digamos un programa, ¿vale? Mi mujer está trabajando en la mesa, justo en la habitación de al lado, para que ya no haya oficina. En realidad, todo se ha convertido en esta especie de espacio colectivo. Y algunas personas podrían decir: “Caramba, ¿y no queremos más habitaciones pequeñas y un grano más pequeño de casa?”. Pienso que, en días realmente difíciles, seguro. Pero creo que, en general, lo que la gente necesita es un diseño en el que haya lo que Sejima, mi antiguo jefe en Japón, llamaría “división suave” [soft division], en la que todavía puedo oír o ver a mi mujer y ella puede verme grabando esta entrevista, pero en la que existen algunos tipos de objetos y cosas que bloqueen un poco nuestro espacio para que podamos seguir teniendo algún tipo de privacidad frente el colectivo.
Uno de los grandes edificios de los últimos diez años es de SANAA, el Centro de Aprendizaje Rolex de la EPFL, una especie de queso suizo rodante que seguramente muchos de vosotros conocéis en Suiza. Y lo mejor es que, al igual que nuestra vivienda, lo que necesitas tener ahí y lo que es tan placentero es que puedes tener tu pequeño espacio en uno gigante en el que mucha otra gente está haciendo cosas, pero tú tienes tu propio espacio. Es un momento extraño. Los espacios públicos anteriores o incluso las antiguas viviendas… Empecemos por el espacio público, como la plaza de Tiananmen, o la Grand Central Terminal, o incluso Times Square hasta cierto punto, es como todo lo que tiene que ver con esta singular grandeza. Se trata de una especie de experiencia de asombro, a diferencia de algo como Luasane o el Highline en Nueva York, donde existen series de espacios semiprivados en público. Y creo que eso, de nuevo, se traslada a la casa, donde, de alguna manera, quieres un espacio colectivo, ya sea a escala de una familia o de varias familias, o, ya sabéis, de otro grupo de personas que viven juntas y que, de alguna manera, están conectadas y divididas al mismo tiempo. Y con esa conexión-división, de nuevo, el término de Sejima “dividido suavemente” tiene mucho sentido ahora, durante la pandemia porque, por un lado, realmente necesitamos estar divididos, pero también tenemos un deseo natural de algún tipo de, digamos, privacidad. Quiero decir, la gente exagera la privacidad, la gente no quiere necesariamente privacidad. Realmente no necesito privacidad. Lo que necesito es un tipo de lugar donde sentirme cómodo pero conectado, y eso no es lo que define a la mayoría de la arquitectura, en especial la arquitectura del siglo XIX. Ni siquiera define a la mayoría de la arquitectura modernista. La arquitectura modernista, es decir, como la Cocina Frankfurt, se basa en una especie de destreza técnica en términos de orden y digamos que de intentar alcanzar cierta universalidad. Lo que necesitamos hacer ahora es un lugar donde las personas puedan estar solas, pero juntas, ¿verdad? Lo que realmente es un objetivo diferente de nuevo, distinto a la Cocina Frankfurt.
Intento desesperadamente que todos mis clientes estén de acuerdo con ciertas cosas relacionadas, pero luego, por supuesto, cada uno hace sus propias propuestas. Uno quiere la cocina de gas, otra persona la quiere eléctrica, otro quiere un horno distinto… Puedo convencer a alguien que cocina con muchas especias de que haga un especiero muy peculiar. Puedo convencer a una persona de que tenga un frigorífico pequeño, porque, teniendo un gran mercado justo al lado, no necesita un frigorífico gigante porque no necesita todas esas cosas. Ya sabéis, las circunstancias son diferentes y entonces la gente empieza a sentirse mejor por algo especial que les ocurre, pero luego, la parte universal es que están conectando con otras personas, sus invitados, sus esposas, sus hijos, ya sabéis, y quizá, cuando la situación de la pandemia mejore, creo que mucha gente simplemente no querrá volver a los restaurantes como antes. Creo que cada vez más personas querrán hacer más fiestas en sus casas y tener más conexión con sus vecinos. Creo que las personas querrán derribar muros y hacer… Yo ya quiero hacer una barbacoa en el límite entre mi casa y la de mi vecino (actualmente vivo en las afueras y tengo un pequeño jardín y mi vecino tiene otro, así que podría construir un horno compartido entre nosotros para trabajar juntos). Creo que ese es el tipo de momentos que busca la gente ahora, porque, por el momento, están encerrados. Y creo que el hecho de que la gente se sienta orgullosa de su casa es lo más bonito de esta pandemia, al menos desde el punto de vista de la arquitectura. Ha sido lento y duro, pero me encanta que la gente se una para hacer una casa que se proyecte hacia el exterior, quiero que la gente tenga carteles en sus ventanas. Las personas sienten que les caen mejor los demás, al menos en Berlín. También tengo la impresión de que la gente es más amable. Es una buena nota para terminar, porque que la gente sea más amable es lo mejor para la arquitectura, más de lo que podéis imaginar, porque implica un poco menos de “esto es mío y esto es tuyo” y un poco más de “hagámoslo juntos”.
Gracias.