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ENERO 2022 · ESP

Carolina Huffmann es arquitecta, especialista en caminabilidad y socia-fundadora de Urbanismo Vivo, un equipo con base en Argentina que busca la conexión entre la ciudadanía y los espacios que ésta habita.

En Ciudades pospandemia, la diseñadora comparte las claves del trabajo colaborativo que desarrollan para promover una ciudad amable, activa y humanizada.

Ciudades pospandemia #20

Audio: Carolina Huffmann.
Realización sonora: Genzo P.
Comisariado: Kristine Guzmán y Eneas Bernal.
Imagen: Urbanismo Vivo. Festival de Caminatas, 2021.

Conecta con el trabajo de Carolina Huffmann y Urbanismo Vivo en urbanismovivo.com.ar y www.instagram.com/urbanismo_vivo.

Proyectos que se mencionan:

Ciudades Comunes: www.ciudadescomunes.org.

Enlace Defensa: urbanismovivo.com.ar/enlace-defensa.

Festival de Caminatas: festivaldecaminatas.com.ar.


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Transcripción del audio

Habitando lo colaborativo, lo experimental y la incertidumbre.

Carolina Huffmann [Urbanismo Vivo]

Antes que nada, gracias por la invitación a Eneas y Kristine. Soy Carolina Huffmann: argentina, socia fundadora de Urbanismo Vivo. Somos un equipo que buscamos potenciar -a través de nuestros proyectos- el vínculo entre las personas y la ciudad desde una mirada local y humana.

Era febrero del 2020, habíamos armado e inaugurado nuestra oficina, el ex departamento de la abuela de unx de nosotres estaba en venta y nos lo prestaron para ocupar. Nos acababan de contratar para un trabajo de urbanismo táctico en nuestra propia ciudad. Nuestro sueño. Además estábamos organizando el Festival de caminatas de mayo, como todos los años, y un congreso latinoamericano con organizaciones amigas.

Presencial. En unos meses. Con anticipación. Teníamos todo planeado. O eso pensamos…

Al cabo de un mes y una cadena nacional del presidente, dos horas después: Buenos Aires arrancaba una cuarentena larga y realmente cerrada. En Argentina el confinamiento llegó antes de tener muchos casos de COVID realmente, parecía bastante anticipado y casi creímos que sería para evitar un confinamiento largo; que no fue así. En Buenos Aires el confinamiento fue absoluto por muchos tiempo, una ciudad inmensa, muy difícil de controlar… Los casos empezaron a incrementar. Y cuando llegaron a los barrios más vulnerables y villas la situación se complicó muchísimo. El contraste que normalmente se ve en nuestra ciudad, como en muchas ciudades latinoamericanas, se hizo cada vez más evidente e impactante, así como el vaciamiento y quietud de nuestra ciudad.

Como equipo, por nuestras posibilidades personales y reconociéndonos en su momento como adictos a ciudades en una ciudad que ya no entendíamos ni conocíamos, nos volcamos, como nunca, a cuestionarlo todo desde nuestro trabajo y a repensar la situación que estábamos viviendo. En un acto casi desesperado por entender y aprender lo que estábamos atravesando a nivel urbano, nos volcamos a trabajar en esa ciudad que nos costaba tanto reconocer.

No es novedad afrontar la incertidumbre en Argentina, mismo en Latinoamérica. A esto se sumó la incertidumbre global, el desconocimiento y los cambios constantes (de reglas, formas, normas y más), que trajo la pandemia. Entendemos que estas búsquedas y aprendizajes no son soluciones, ni certezas, ni respuestas absolutas, sino pruebas, experimentos, búsquedas, intentos, hasta encontrar el camino que más se adecue a lo que estamos buscando, por el periodo de tiempo que sirva. Nuestro trabajo está basado desde siempre en esta premisa, y esta situación nos hizo llevar esto al extremo y la propuesta fue universal.

Con la vuelta a la presencialidad y a los espacios físicos, toca nuevamente adaptarse y nos preguntamos: ¿Qué fue lo que más aprendimos de esta pandemia? Hemos aprendido mucho y algunas formas que llegaron para quedarse, no las podemos desaprender.

Para empezar, aprendimos que la ocupación híbrida nos permitió la resiliencia espacial. Atravesando ese momento de crisis se encontraron respuestas en la integracióny disolución de aquellos bordes de usos definidos, para crear espacios híbridos y buscarnuevas funciones a los espacios conocidos. Por ejemplo, las casas pasaron a ser lugares detrabajo; las plazas se convirtieron en espacios de cumpleaños y gimnasios; los bares enferia de artesanos, así como

las bibliotecas en vacunatorios. Y hasta aún algo que nuncahabíamos imaginado: el teatro se reinventó en formatos digitales.

De pronto, los espaciostal como los conocíamos, se vistieron de otra cosa, muchas veces, complementándose.Entender el concepto de “ocupar nuestros espacios de forma híbrida”para nosotres fue importantísimo, no solo a nivel de los proyectos, sino también a nivel profesional y personal.

De nuestra planificación anual, de esos tres proyectos estructurales que teníamos, hicimos los tres, claramente de maneras muy distintas a las que pensamos: Adaptando, buscando e inventando espacios híbridos para entender cómo se podía seguir trabajando y repensando nuestras ciudades, aún más en esta situación. Aquel congreso presencial proyectado con ocho meses de anticipación no tenía sentido, lo que tenía sentido era hacernos las preguntas acá y ahora. Junto a todas las organizaciones que formamos parte de Ciudades Comunes y a las maravillas de invitades logramos sacar un congreso digital en un mes.

Ciudades Comunes 2020 fue un encuentro en línea para repensar la co-construcción de las ciudades a partir de la crisis sanitaria global por el COVID-19. El evento reunió de manera digital, deslocalizada, abierta y global a más de treinta y seis mil asistentes online, la mayoría de Latinoamérica y habla hispana. Como muches, nos vimos con la imperiosa necesidad de cuestionarlo y repensarlo todo.

Si había un momento de no tener respuestas era este, pero había que salir a buscar opiniones, miradas, pistas de: “¿hacia dónde?”.

Los otros dos proyectos que teníamos también se transformaron. El primer proyecto que quiero contarles es Enlace Defensa, un proyecto en San Telmo, uno de los barrios –si no el más- antiguo de la ciudad de Buenos Aires, específicamente en un bajo autopista, un espacio urbano degradado que “dividía” al barrio en dos:

Proyecto en un bajo autopista, complicaciones genéricas en sí mismo, situación que se repite varias veces en la ciudad de buenos aires así como en muchas ciudades de Latinoamérica con características similares y la idea era justamente tener la intervención de este caso piloto para potencialmente replicar.

Comenzamos el trabajo. Y la pandemia provocó el aislamiento en nuestra ciudad. Y todo se vio interrumpido. Sucedieron varias cosas. Por un lado, las prioridades cambiaron y esa inversión que en origen sería temporal ya no podía pensarse de esa manera en vistas a la crisis que estábamos atravesando, urbana sí, pero sobre todo social y económica. Por otro lado, las necesidades de espacios públicos abiertos para personas como espacios de salud y bienestar se volvieron extremadamente evidentes, aún más en un barrio de veredas tan angostas como el casco histórico.

Simultáneamente, como pasó en muchas ciudades del mundo, se normalizó el uso de los espacios de estacionamiento como expansión para los locales gastronómicos. Por último, de pronto teníamos la oportunidad de experimentar un proceso de participación ciudadana casi exclusivamente digital en un contexto donde antes hubiera sido imposible de imaginar. Cuando digo teníamos, me refiero tanto a nosotres como BID [Banco Interamericano de Desarrollo] y gobierno de la ciudad, como experiencia las 3 organizaciones teníamos mucho para aprender y entonces tuvimos luz verde para hacerlo y que este proyecto no se cancelase, como en algún momento temimos.

Entonces este proyecto mutó a una intervención bastante menos temporal de experimentación, con una posibilidad de realmente transformar este espacio en un lugar público habitable a través de la participación de las personas, con identidad local y que respondiese al uso cotidiano de esa calle. Es así que comenzamos un proceso de participación que consistió en una serie de encuentros (digitales y presenciales) con los vecinos, vecinas y comerciantes. Básicamente, este gran proyecto de Enlace Defensa, consistió en un mural en el techo del bajoautopista y mural de piso con imágenes de identidad de San Telmo, una intervención de piso con traffic calming usando espacios de estacionamiento de vehículos privados para ganar espacios para les peatones con mobiliario y macetas, iluminación, mejoras en la vereda y limpieza y recuperación de la calle en general, mobiliario con materiales reciclados, agenda cultural, activación para niñes, almuerzo barrial, caminata y más.

De todo este proyecto quiero resaltar dos partes maravillosas de este proceso, en relación a lo que la situación de COVID potenció. Por un lado, Microhistorias de San Telmo, un proyecto dentro del proyecto, surge como una iniciativa para compartir perspectivas e historias de quienes habitan en San Telmo y convertirlas a un formato visual. Consistió en la elaboración de ocho relatos ilustrados a partir de entrevistas digitales realizadas a vecinas y vecinos del barrio.

Estas microhistorias surgen de las primeras entrevistas digitales a actores estratégicos, quienes nos introdujeron al barrio cuando no podíamos salir de nuestras casas. Sus relatos, aún en la digitalidad, sin poder ir al territorio, eran muy sensibles y representativos del lugar. Contaban historias y aspectos particulares que cada una nos sumergía en diferentes imágenes que dibujaban ese San Telmo invisible a primera vista, que está en el imaginario y en la memoria de quienes lo habitan.  Al convertirlas en ilustraciones, se pueden reconocer personajes cotidianos, conocer historias secretas, identificar sus hitos más relevantes y conectar con sus características y aspectos más sensibles.

Jane Jacobs en 1960 fue la pionera en hablar de la importancia de la proximidad, el valor de los barrios caminables y la cercanía con el entorno vivible y parece que esta pandemia vino a ponerlo en práctica, de manera extrema. Pero en un momento de tanto desencuentro social, vecinal, barrial, de tanta desconfianza hacia el prójimo y a la propia ciudad, Microhistorias de San Telmo proponía enlazar el presente y el pasado poniendo en valor la tradición oral y el patrimonio cultural inmaterial de este lugar. Recorrer la calle encontrando estas historias e identificándose con estas personas, era una manera de acercarles.

En cuanto a la participación, en todo proceso de participación solemos preguntarnos:

¿Quién falta? ¿Quién no está? Y en este caso, sabíamos que había una parte importante de la población que no estaba representada en estos talleres digitales, básicamente porque en San Telmo, además de quienes viven y trabajan en el barrio, hay mucha gente en la calle, gente que vive y trabajan en la calle y sobre todo niñxs. La crisis económica y social en Buenos Aires, en Argentina, incrementó mucho en la pandemia y esta realidad se impone en este barrio que comparte esta convivencia social urbana de manera cotidiana. De alguna manera, queríamos poder atender alguno de estos temas en la intervención, aun sabiendo que era una intervención sobre una calle en un bajo autopista y muchos de estos problemas son estructurales y muy difíciles. A lo largo del proceso, veíamos que transitaban muchos niños y niñas que vendían en la calle, pero que desde lo digital no les podíamos incluir. Decidimos entonces crear un espacio de juego, incluirlo dentro de la intervención de pintura. Con alegría, observamos, que aunque sea por unos minutos, al pasar caminando dejaban de trabajar y jugaban en la calle. Por un ratito, aunque sea, les cambió el día. Ahí estaba entonces, la posibilidad de diseñar un espacio para poder transformar la vida cotidiana de cada persona.

Teníamos muchas preguntas sobre cómo podía resultar esta experimentación en participación digital, de la cual no había mucha experiencia en sí. Esta inclusión tan extrema de la digitalidad en nuestra vida cotidiana permite apoyarnos en ella para potenciar el proceso. Sin embargo, no reemplaza lo presencial, desde los vínculos, el territorio y la inclusión de muchas personas que no acceden al proceso digital que hay,  que es clave tener en cuenta.

El otro proyecto que tuvo y aún tiene modificaciones es el Festival de Caminatas, un proyecto cultural que organizamos anualmente desde 2012. Propone fomentar la conexión con la ciudad y la discusión abierta entre las personas a través del caminar, conectar con la ciudad de una manera distinta. Durante 8 años, hicimos el festival de manera presencial. En 2020, con la pandemia, nos encontramos en nuestras casas sin poder salir a caminar y nos preguntamos si se podía caminar de forma digital. Esa primera experiencia, en plena adaptación, fue un proyecto totalmente digital desde nuestras pantallas. La contradicción y el contraste del proyecto original al digital impactó y nos preguntamos si podríamos convertirlo en un espacio híbrido.

En 2021, ya con la experiencia del 2020, nos cuestionamos qué era lo híbrido y experimentamos entre lo digital y lo presencial. Esta propuesta consistió en invitar desde el encuentro digital a salir a caminar individualmente a través de historias, relatos, consignas, ejercicios y hasta muestras callejeras, por las calles de nuestra ciudad (y otras también).

Unos meses más tarde y con una ciudad más abierta en cuanto a protocolos, con motivo de los diez años de festival, armamos un festival de caminatas literario, como una propuesta híbrida que junta lo presencial y lo digital de una manera distinta. Por un lado, tuvimos las “clásicas” caminatas presenciales: caminamos por la ciudad en grupo, nuevamente poniendo el foco y el valor en la cultura cotidiana urbana. Por otro lado, convertimos estas caminatas en audio-guías para poder realizar los recorridos de forma asincrónica y deslocalizada. Estas audio-guías se pueden escuchar en cualquier lugar del mundo, explorando y conectando con cada ciudad a través de la literatura. Así, al dejar de ser cien por cien presencial, se abre la puerta a otras conexiones y a otras posibilidades de experiencias, de intercambios y conexiones culturales.

La necesidad de la gente por salir, por juntarse, por participar era evidente. Participaron más de dos mil personas del festival, muchas personas mayores. De pronto el espacio público se convirtió oficialmente en el lugar más seguro para encontrarnos y juntarnos para todas las generaciones. Las calles y veredas se llenaron de gente para caminar, porque en realidad volvieron a estar llenas de gente, en plazas y parques también, la importancia y vitalidad del espacio público del que tanto predicamos se hizo evidente.

Como les comenté, aprendimos varias cosas de cuestiones híbridas, sobre todo a nivel personal y como equipo también. Estuvimos mucho tiempo aislades en nuestras casas, en esa inmensa ciudad de Buenos Aires, que no reconocíamos ni podíamos disfrutar. Luego de un año, la mitad del equipo nos mudamos a diferentes partes del país, lo principal era que tuviese una conexión directa con la naturaleza y wifi. Se pueden reír, pero había una necesidad absoluta de seguir conectados de manera digital y conectar con lo físico de manera universal y natural. Nuestro país encima tiene una polaridad tan grande entre lo que es la ciudad de Buenos Aires y el resto de las ciudades y pueblos, al punto que en otros lados del país los protocolos de cuidado también eran muy distintos y mucho más relajados y era una forma distinta de vivir esta nueva etapa de la pandemia.

Entendimos que parte de este territorio ganado es el digital y eso nos permitía seguir trabajando como equipo desde donde quisiéramos estar, el trabajo digital era y, aún lo es y lo seguirá siendo, parte de nuestra cotidianeidad.

¿Y ahora? Ahora seguimos trabajando, adaptando y registrando lo vivido hasta ahora, un poco como siempre, pero habiendo pasado situaciones extremas, con un poco de desconfianza y flexibilidad. Incorporamos la digitalidad en nuestros proyectos como parte de lo cotidiano de conectar con el territorio de una manera complementaria. Analizamos los proyectos desde lo concreto que tenemos que hacer y viendo que cosas se pueden sumar, que puedan tener un impacto extra. Pero por sobre todas las cosas aceptamos vivir en la incertidumbre de lo que vendrá, casi en la incertidumbre de lo que es.

A lo largo del último año y medio participamos en charlas, congresos digitales, paneles que hablaban de ciudad pandémica o pospandémica y seguimos charlando y compartiendo experiencias porque hay mucho de que aprender. No es lo mismo lo que aprendimos cuando esto recién comenzó, que un año y medio después, que cinco años después…

Al mes de empezar el encierro, cuando hicimos el congreso de Ciudades Comunes, Saskia Sassen tiro una pregunta que pudo haber pasado de largo pero creo que me marcó más de lo que pensé: “¿Cómo hacemos para no olvidar?”

Un año y medio después pienso que si no puedo responder como hago para no olvidar, mejor preguntarme:

¿Qué es lo que no debo olvidar?

Carolina Huffmann [Urbanismo Vivo]

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