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FEBRERO 2022 · ESP

Jorge Pérez Jaramillo es arquitecto, urbanista y una de las grandes referencias en la generación de espacios vitales en entornos de crisis.

En Ciudades pospandemia, el planificador urbano realiza un recorrido por las iniciativas que acometieron en Medellín. Y cómo esta ciudad, gracias al impulso de sus habitantes, se transforma en un laboratorio de innovación, obteniendo reconocimientos como el Premio mundial de las ciudades Lee Kuan Yew, galardón que reconoce la excelencia en la creación de comunidades habitables y sostenibles.

Ciudades pospandemia #21

Audio: Jorge Pérez Jaramillo.
Realización sonora: Genzo P.
Comisariado: Kristine Guzmán y Eneas Bernal.
Imagen: Mauricio Carvajal. Parques del río, 2020. Cortesía de Cauce arquitectura.

Conecta con el trabajo de Jorge Pérez Jaramillo en a través de mdeurbanlab o en Linkedin.

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Transcripción del audio

Hace pocos días Eneas Bernal y Kristine Guzmán desde MUSAC, tuvieron la generosa invitación de hacerme parte del programa Ciudades pospandemia que vienen liderando de tiempo atrás. Yo, un ciudadano, una persona que ha vivido toda su vida en una ciudad muy contradictoria y compleja como es Medellín, acepté de inmediato porque tengo un especial gusto acerca de compartir experiencias, aprendizajes…Desde esta vida en Medellín. Una ciudad que representa buena parte de los conflictos, las dificultades, los interrogantes, las complejidades de la ciudad contemporánea. Pero también, una ciudad que es un territorio de amor, de vida, de creación, de gente muy especial en muchos aspectos. Una ciudad que produce O en la que se produce mucha dinámica humana, cultural, social, política… Y bueno pienso que es importante en estos tiempos de pandemia que vivimos con tantas preocupaciones conversar sobre una ciudad que es testimonio de dificultades y de problemas. Pero también de ilusiones y de algunas capacidades excepcionales de reacción frente a los problemas.

Medellín a finales de los años ochenta fue el producto -más o menos convencional- de buena parte de la urbanización que vivió Latinoamérica durante varias décadas. En Colombia particularmente fue muy extrema, rápida y grande la población de nuestros municipios más grandes. Y Medellín, como Bogotá, Cali y otras ciudades, crecieron no solo muy rápidamente sino muy caóticamente. Y se generó un entorno tremendamente inequitativo, tremendamente segregado, lleno de conflictos territoriales, sociales, económicos a lo largo de los años sesentas, setentas e incluso ochentas. Y para finales de los años ochenta éramos una ciudad con una democracia precaria prácticamente inexistente, una ciudad con una urbanización como ya dije extensiva, pero muy incompleta y llena de precariedades, de injusticias, de dificultades como es común infortunadamente en buena parte de las ciudades del mundo. Pero además (Medellín) que tenía otros factores como la crisis económica estructural por el declive de la industria y otra serie de problemas. Que hicieron que Medellín de la mano de la ilegalidad, del contrabando y posteriormente del narcotráfico y el crimen organizado se convirtiera probablemente en uno de los mas depurados ejemplos de una sociedad urbana inviable. Precaria en lo físico, precaria en lo social, precaria en lo político.

Por suerte esa crisis coincidió también a finales de los años ochenta y principios de los noventa, con el inicio de la democracia local en Colombia, pero también con una nueva Constitución política que entre muchas variables propuso escenarios más democráticos, más participativos con mayor respeto por los derechos de las personas. Como también una prioridad muy fuerte sobre el futuro de las ciudades.

Y yo que soy arquitecto, que crecí en Medellín, que he vivido toda mi vida en ese territorio, pues tengo que decir que vivo desde entonces toda mi etapa adulta y por supuesto toda mi etapa como arquitecto en esta ciudad, lo que ha hecho que esta ciudad sea una suerte de laboratorio para un arquitecto y para un ciudadano y es de lo que les quiero hablar.

Entonces cuando uno se plantea reflexionar sobre las ciudades pospandemia desde Medellín, lo primero que yo pensé es que un mensaje que puede ser muy pertinente hoy, es que necesitamos urbanismo colectivo: gestión asociada para un futuro común.

La ciudad es un proyecto colectivo y de la mano de la capacidad que tuvo Medellín para enfrentar la crisis, una crisis que hizo que a la fuerza nos uniéramos a pensar juntos, a evaluar, a valorar y a entender que era lo que habíamos construido las décadas anteriores. Nos llevó a que a lo largo de los años mil novecientos noventa, y durante todo el final del siglo XX, en Medellín se fuera construyendo una suerte de apuesta colectiva a través del diálogo social por aquello que llamamos: la ciudad. Y eso fue generando una integración de diversos actores muy potente que hizo que pudiéramos gradualmente construir escenarios democráticos, nuevas instituciones, desarrollos del proceso de planificación con alto nivel de vinculación de todos los sectores sociales, el compromiso de las clases dirigentes tanto sociales como culturales, como políticas y empresariales. Pero también las universidades y la academia.

Y gradualmente de la mano de los actores culturales, de los actores académicos, de los líderes empresariales y políticos fuimos acordando, fuimos definiendo y fuimos encontrando caminos…De modo que yo creo que un primer mensaje que vale la pena reflexionar es: casi no hay ciudad que tenga una crisis colectiva, que no pueda salir adelante si no es con liderazgo conjunto, esfuerzo compartido, sumando diversos actores, pues construya un futuro.

Eso es lo que Medellín en el pasado -en esa crisis- logró y yo creo es lo que hoy como aprendizaje nos propone esa reflexión sobre las ciudades pospandemia.

Pero también hay una reflexión que es muy importante, y es que hoy, cuando hablamos con tanta propiedad de la pandemia, de ese entorno digamos de crisis generalizado, tal vez como primera oportunidad en muchos tiempos de la humanidad no habíamos tenido tanta coincidencia en que vivimos en crisis, porque hoy asistimos a varias pandemias, tal vez el COVID es la más notable, pero hay otras que han convivido, han coexistido con nosotros desde hace muchos años, y son las pandemias de la inequidad, de la urbanización precaria con inmensa pobreza para muchos y una pandemia que es un hecho: la emergencia climática.

Entonces de la mano de todas estas preguntas, y de todas estas pandemias, yo creo que es oportuno que hablemos de un urbanismo colectivo para buscar generar ciudades, asociándonos como colectivo social para construir un futuro común.

Las ciudades son el epicentro de las mayores capacidades humanas de creación, de pensamiento, de discusión, de imaginación… Yo creo que, a través de más y mejor urbanismo, más y mayor implicación de todos los actores, de eso que llamamos “el urbanismo” y que para muchos es un problema de arquitectos, ingenieros, sociólogos y algunos otros. Pues se convierte en un patrimonio común.

Uno de los aspectos fundamentales en esto es una cultura de diálogo y conversación, que permita que las personas prioricemos los problemas y lleguemos a acuerdos que nos permitan decir:

En estas cosas, no nos podemos equivocar más.

No importa bajo que ideología, o que grupo político se gobierne una sociedad, hay asuntos que son fundamentales para la vida en comunidad, que son los derechos fundamentales para la dignidad humana y que reclaman siempre acción desde las ciudades. Las personas tienen derecho a un hábitat saludable, tienen derecho a tener acceso al agua potable, a los alimentos, a la energía, a la educación…Las ciudades requieren ser accesibles, incluyentes, pensar en todas las personas. Pensar que hoy, las discusiones nos han hecho comprender asuntos que antes eran menos notables y notorios, como que hoy hay una cantidad de personas vulnerables, que hay una cantidad de personas que requieren atención, que tenemos que transformar lo que llamamos la convivencia entre todos y asumir que esa convivencia implica mayor cantidad de personas mayores, que van a necesitar cada vez ciudades más accesibles y más seguras.

Pero también los derechos de todas las minorías, de todos los grupos sociales como un asunto fundamental.

Entonces en esta idea de conversar en este podcast sobre la ciudad pospandemia, yo creo que las experiencias que uno ha tenido como ciudadano y como arquitecto, como planificador en una ciudad como Medellín que ha sido un laboratorio tan complejo, van planteando varios caminos.

Cuando una ciudad, incluso con limitaciones económicas tan fuertes como puede ser la sociedad de Medellín entiende que hay que priorizar adecuadamente los problemas se puede avanzar muchísimo.

En Medellín desde principio de los años noventa comprendimos que las condiciones de segregación, precariedad, pobreza, exclusión en que vivíamos, eran parte del caldo de cultivo de una sociedad que se autodestruía a través de la violencia. Y priorizamos que había que trabajar por la equidad, por la inclusión, por superar brechas, por incluir comunidades que hasta entonces prácticamente no tenían noción de ser parte de la sociedad. De modo que yo creo, que cuando una ciudad, cuando una sociedad es capaz de conversar y acordar que esas cosas se pueden resolver, entonces aparecen los liderazgos, entonces aparecen los recursos, aparecen los presupuestos, aparecen las políticas públicas. Y yo pienso que eso es lo interesante de Medellín, no es solo un asunto de planificación física, planificación espacial, equipamiento, urbanismos, obras de infraestructura. Sino especialmente una integralidad: políticas sociales, políticas públicas en general que hacen que, con adecuada planificación y con adecuando diálogo social, gestión asociada, entre todos los niveles de la sociedad, se puede avanzar mucho.

Los procesos de participación de las comunidades de Medellín, la implicación de los ciudadanos en el proceso de la ciudad tiene muchas historias. Y yo me atrevo a decir que, sin duda, es uno de los aspectos fundamentales que han permitido que, en nuestro caso, hayamos evolucionado de esa crisis extrema a los tiempos actuales, bastante mejores en que estamos viviendo. La realidad es que yo puedo hablar de otros territorios. Me ha tocado la suerte de trabajar en otros lugares, pero hay un caso que me parece que es muy hermoso, que es la gestión y el acuerdo del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín del año 2013 y el año 2014, porque ocurrieron un conjunto de variables simultaneas muy ejemplares. Una es que, pues recogimos la historia de participación ciudadana que venía desde los años 90. Y desplegamos un sistema de diálogo con las comunidades organizadas muy persistente, que nos permitió captar, entender cuáles eran las grandes preocupaciones y las grandes propuestas de las comunidades de base. De hecho, hay que decir que algunos elementos novedosos estructurales del nuevo plan fueron estructurados a partir de iniciativas de las comunidades. Esos debates eran…a veces difíciles, a veces muy exigentes. En algunos casos, incluso cercanos a la conflictividad, pero como la voluntad real era acordar y construir propuestas de futuro, pues logramos un avance muy grande.

La norma colombiana, la constitución, obliga a que un proceso de planificación como el POT, sea ampliamente participativo y entonces nosotros a lo largo de esos dos años tuvimos más de 140 talleres públicos organizados con: metodología, con memorias, con lista de asistencia. Y, sobre todo, con un asunto muy importante en el que nos comprometimos y era con hacer una devolución de resultados acerca de qué ocurría una vez las ideas de las comunidades llegaban a los equipos técnicos y se incorporaban o no, cómo y en qué condiciones al Plan.

Pero, por el otro lado, vino el debate de aprobación en la cámara municipal, que nosotros llamamos Consejo Municipal. Que por ley son noventa días en los cuales se tiene que discutir todo el contenido del Plan y aprobar artículo por artículo. Ahí, pues hubo un debate intenso, abierto, muy fuerte. Muy exigente. Noventa días, con horarios bastante extendidos y se logró que, a pesar de que no había una coalición de política muy fuerte, que respaldara el gobierno municipal, se logró que el 80% de los votos de los concejales fueran favorables y esto es un hecho bastante inusual porque varias ciudades grandes colombianas no han podido tramitar la aprobación de su Plan de Ordenamiento durante los últimos, tal vez quince años.

Y de la mano de ese proceso hay que decir que coincidió que fuimos la sede del 7º Foro Urbano Mundial. Y entonces, uno podría decir que la participación en Medellín en ese momento también fue una participación de orden global porque tuvimos la mayor concentración de expertos y de autoridades de los temas urbanos de todo el planeta discutiendo el futuro de las ciudades de Medellín. Y eso enriqueció, amplificó, alimentó el debate y, por supuesto, generó mucha consciencia entre los ciudadanos acerca de lo que estábamos haciendo. Y en el marco de ese foro urbano mundial, nosotros creamos un pabellón, llamado el Pabellón Medellín, que era una sala ciudadana donde se explicaba, se transfería visualmente con ayuda de gigantografías, maquetas, planos, vídeos -históricos y recientes- que explicaban la situación de la ciudad y su futuro con un énfasis muy fuerte en la configuración geográfica en el ámbito del río, en el ámbito de la ladera y en el ámbito de la montaña alta que hicieron posible que muchas personas que visitaban este pabellón obtuvieran un conocimiento, un entendimiento mejor de que era lo que se estaba proponiendo sobre el futuro de su ciudad.

Todo esto nos llevó pues que, al final, en este proceso –pues con todo y que no hay proceso perfecto, no hay un proceso que, digamos, admita mejoras—fue una gran lección, y sobre todo un proceso muy cívico, muy bien concertado y relativamente amigable entre todos los sectores de la sociedad. 

Hay una reflexión clara y es el poder de la arquitectura, del urbanismo, de la planeación y también de las infraestructuras, como instrumentos para concretar en el hábitat todos los anhelos, los sueños y las grandes propuestas que las sociedades hacen a través del diálogo, del pensamiento político, y de los esfuerzos democráticos. Hacer ciudades más incluyentes, más completas, accesibles para todos es lo que nos permitirá tener desarrollos de territorios más saludables, territorios que hagan que eso que los salubristas llaman la prevención-función. Y es en la medida en que hagamos ciudades más cualificadas para las personas, seguramente a nivel de salud pública, a nivel de cambio climático, a nivel de convivencia, a nivel de conflictos. Pasaremos muchas páginas horribles que hemos vivido y que estamos viviendo en algunos lugares.

Yo creo que hay una realidad, y es que en esta pandemia hemos entendido más que nunca, el papel del espacio público. En esta sociedad que, por suerte, tiene cada vez más esperanza de vida, los espacios públicos cobran un nivel de trascendencia y prioridad mayor.

Por el otro lado, entender que los sistemas de transporte, como los metros, como los trenes, los autobuses, los metro-cables y los otros sistemas, son más que infraestructuras de transportes, son instrumentos de integración humana, integración social.

Entonces yo creo que esta es una etapa en que entender la ciudad como patrimonio público, como escenario para la vida, se vuelve transcendente, vital. Es muy importante.

Lo otro que en este proceso de reflexión uno piensa mirando Medellín, es que es posible alcanzar pactos sociales amplios para luchar contra muchos problemas. Los déficits, las brechas son fáciles de diagnosticar, pero son, sobre todo, posibles de superar, si hay acuerdos sociales, si hay acuerdos amplios, si hay conversaciones serias, y si hay voluntad de liderazgo político adecuado.

Reconocer la interdependencia que hoy tenemos en nuestros territorios urbanos con las regiones, esa idea multiescalar entre lo urbano, lo metropolitano y lo regional que en realidad arranca desde el barrio con el urbanismo de proximidad, con eso que algunos como Carlos Moreno han llamado la “ciudad de los quince minutos”. Pues plantea que tenemos que crear entornos habitables en donde, en condiciones fáciles o por lo menos de viabilidad alta las personas tengamos oportunidad de resolver nuestras necesidades de manera ágil y sencilla.

Es un asunto que, en la pandemia, en estos tiempos del COVID se ha vuelto sumamente importante.

Una experiencia maravillosa de participación ciudadana es el llamado Parques del Río, que es un plan maestro que cubre, en su concepción, todo el trayecto del río a lo largo de la ciudad. Y significa un cambio estructural importante en la concepción histórica de la ciudad puesto que, a partir de los años 50, el río se fue convirtiendo en un corredor funcional de autopistas, ferrocarriles y particularmente desde que se canalizó en una cloaca, así abierto. El río se convirtió en periferia en medio de la ciudad, en tierra de nadie, en un no-lugar. Y los urbanistas, durante muchos años, soñábamos. Los estudiantes, los profesores, los arquitectos, los urbanistas en general con que ese río podría cambiar. En las escuelas de arquitectura se trabajaron durante muchos años propuestas para ello y algunos planificadores como Carlos Julio Calle y otros lo propusieron, sin embargo, nos correspondió en 2013 la suerte de promover de la mano del alcalde Aníbal Gaviria esa transformación.

Hicimos un concurso internacional con la participación de 57 equipos de cuatro continentes. Se eligió un proyecto ganador y se estructuró. Y eso tuvo pues múltiples conversaciones ciudadanas, discusiones, exhibiciones, foros, y fue objeto de una gran controversia de discusión pública.  Esa participación ciudadana nos permitió modelar muchos aspectos y precisar muchos aspectos del proyecto y la primera fase se construyó entre 2015-2017. La lección aprendida es que todos los esfuerzos de conversación con las comunidades fueron fundamentales. Porque cuando algunos políticos y lideres con intereses sectoriales electorales trataron de generar una crisis profunda de confianza de los ciudadanos en el proyecto, pues la mayoría de la sociedad lo respaldó. Y, sin embargo, esa minoría que, por temores, dudó del proyecto, hoy aclama el parque que ya existe y reivindica la concepción de ciudad que representa Parques del Río. Que es una ciudad donde la prioridad es el espacio para la vida de la gente y complementariamente se han resuelto las infraestructuras funcionales también necesarias para la gente.

Lo otro que vale la pena señalar, y aunque no pareciera, se ha vuelto en un asunto sumamente importante, y es el asunto de la democracia y de la política, y esto relacionado también con el significado que tiene la figura del alcalde o la alcaldesa.

Ese concepto de ciudad que permite que los ciudadanos acordemos y resolvamos buena parte de nuestros problemas, reclama gerencia pública, reclama liderazgos apropiados para que muchas cosas ocurran. Está claro que los estados nación tienen un rol que ya no es el que fue, que hoy los gobiernos locales y el movimiento digamos municipalista, tienen un nuevo rol, un rol vital en la medida que es el sistema político y de gobierno más cercano a los ciudadanos y a las personas. Y, por tanto, comprometernos con eso en estos tiempos de ciudades pospandemia es fundamental. Pero eso reclama, revalorizar la figura del alcalde o de la alcaldesa. Revalorizar sus competencias, su significado político y la necesidad de que sean líderes altamente calificados para gobernar los problemas de nuestra sociedad en el mundo urbano.

De modo que entender que: la pandemia, el cambio climático y la enorme aglomeración de problemas que significan las ciudades, reclama acuerdos colectivos, diálogo amplio, usar cada vez más planificación, más urbanismo y más capacidades técnicas para construir proyectos de futuro es una urgencia.

Espero que estas reflexiones con MUSAC en Ciudades pospandemia inspiren a partir de estas ideas otras oportunidades de reflexión en muchas otras ciudades de nuestro planeta.

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