FEBRERO 2021 · ESP

Lara Almarcegui vive y trabaja en Róterdam. Con su trabajo explora lugares abandonados. Y, desde hace dos décadas, la artista realiza guías sobre los descampados de las ciudades, consiguiendo incluso su protección legal.
Desde Ciudades pospandemia la artista comparte sus inspiradoras ideas para revertir el exceso de diseño, y ser más conscientes de los recursos naturales que una ciudad contiene. Recientemente, para profundizar en esta reflexión sobre el territorio, Almarcegui ha adquirido los derechos minerales de yacimientos de hierro, lo que le permite además evitar su extracción.
Ciudades pospandemia #9
Audio: Lara Almarcegui
Realización sonora: Genzo P.
Comisariado: Kristine Guzmán y Eneas Bernal.
Imagen: Lara Almarcegui. Parque fluvial abandonado, 2013
Transcripción del audio
Hola, Kristine, muchas gracias por esta invitación tan irresistible a contaros mis ideas sobre la ciudad en esta época. Igual que a otros muchos artistas, cuando empezó la crisis del COVID tuve varias invitaciones a hacer declaraciones o vídeos sobre la situación. Fui rechazándolas, reivindicando mi derecho al silencio y al tiempo para reflexionar. A intentar entender. Mi trabajo empezó en gran parte como resultado de mirar la ciudad alrededor mío, dándome cuenta que había demasiada construcción, que todo el espacio que me rodeaba estaba diseñado, empecé a trabajar en formas de parar la construcción, de parar las demoliciones y pedir menos diseño y mayor control del espacio. Hacía propuestas, que fuera como fuera, fueran lo contrario a la construcción, o lo contrario a la idea de producción. Así que, ahora que, con el COVID, todo el planeta se ha parado, no era el momento de ponerme yo a producir a toda velocidad. Además, en el norte de Europa -que son más moralistas- había en el aire una exigencia. Como los artistas ya no servimos para nada, como ya no somos útiles a la sociedad, sin exposiciones, parecía que estábamos obligados a entregar algo.
Yo pensaba que antes de hacer declaraciones a toda velocidad, si he de ser útil a la sociedad, prefiero barrer y limpiar la calle. Y es que siempre me han interesado mucho los artistas barrenderos y los artistas basureros. Siempre me han parecido un referente. La artista americana Mierle Laderman Ukeles en los 70 realizaba acciones barriendo las calles de Nueva York. Llevó tan lejos su proyecto que acabó cogiendo un puesto, un empleo con la compañía municipal de basureros, se fundió con el lugar, se fundió con la ciudad, casi desapareciendo… Tal grado de intensidad tenía su trabajo… Hay otra artista, una cineasta. La cineasta May Fung realizó en los 80 una acción que consistía en recorrer las calles de Hong Kong con los ojos vendados, caminando a tientas tocando los edificios. Con esa idea de intentar entender. Esta actitud en la ciudad, me gusta mucho. Me gustan los artistas limpiadores, lo que me interesa y admiro de ellos es el no aceptar las reglas del juego, no aceptar las reglas de la ciudad. No aceptan lo que inversores, políticos y constructores nos proponen, que es, entregarnos una casa, una caja o un cajón para que nos metamos dentro. Pues no, no estoy de acuerdo, tiene que haber otra forma: hay otras formas de estar en una ciudad y estar activo en el espacio que no pasan por meterse dentro de una caja. Limpiar, barrer la calle me parecen un buen inicio.
Otro tema del que se habla mucho con la COVID es la casa y el espacio doméstico. A mí, es que mi casa no me interesa. No me interesa la casa, la caja, el cajón. No me creo que mi casa sea un lugar de representación de quién soy, de mis ideas, identidad o cultura. Esto me resulta del siglo XIX. A mí lo que me interesa es sobre todo el barrio, la gente, el río.
El cajón nos lo dan para que lo rellenemos con las compras: una cafetera de diseño…Nos están reduciendo el campo. Debería de haber otra forma de relacionarse con el espacio que no sea comprarlo. Preguntar y analizar la ciudad son acciones ya más interesantes que comprar o meterse en el cajón.
En el apartamento donde vivo hace más de una década, hay una buhardilla a la que no he subido nunca. Tanto recorrer lugares por la periferia de Rotterdam y no me ha quedado energía o curiosidad para subir a la buhardilla. Pero, claro, es que mi casa no me interesa.
Si que me interesa mucho el río que hay al lado. Por el río pasan barcos cargueros. Muchos van cargados con arena para la producción de hormigón cercana. La arena se ha generado montaña arriba, viene de alta montaña, al arrastrar los afluentes las rocas e ir machacándolas se han ido sedimentando a lo largo de los ríos y los deltas. En la actualidad, apenas se permite extraer arena de los ríos y cada vez se permite menos sacarla de los llanos. Ahora gran parte de la arena se extrae del mar. En cantidades gigantes. En Holanda, del Mar del Norte.
Fui a un congreso de dragados organizado por el puerto de Rotterdam, además de las conferencias había stands donde presentaban sus últimos productos. Un stand estaba dedicado a un modelo nuevo de dragadora gigante. Le pregunté al representante cuánto volumen puede dragar esa dragadora al día: ¿1000 m3? me contestó bromeando –ja, ja, ja, qué dices, esta dragadora puede con 1.000.000 de m3 al día.
Imaginaros, 1.000.000 m3 en un día.
Cuánto es en un mes o en un año. En Holanda la arena más superficial que viene por ejemplo del río Rin se generó hace unos 10.000 años. Pero si está más abajo puede tener 40.000.000 de años si la trajeron unos ríos antiguos que venían del Báltico y desembocaban aquí y que ya no existen, esos ríos desaparecieron, pero quedaron las gravas que arrastraban bajo tierra. Esto son los tiempos de la arena porque si habláramos de otro material de construcción como el hierro para producir acero, sería aún más antiguo. El hierro se ha podido originar hace más de 300.000 de años. Así de inmensos y para siempre son los tiempos de la geología.
En León tenéis el río Bernesga al que se le quitaron los meandros encauzándolo y rellenando los terrenos. Pero también tenéis el río Torío desembocando en el Bernesga –donde las aguas se juntan con otras aguas– son lugares mágicos y especiales en la ciudad. Donde pasa un río o termina la ciudad y empieza el monte, son lugares que durante la COVID todo el mundo necesita y se están volviendo cada vez más significativos.
Qué hay bajo la ciudad y bajo sus edificios es una cuestión de gran interés y que he revisado en libros sobre subterráneos de ciudades. En Rotterdam el subsuelo es de arena y grava y hay agua que lo arrastra de forma que se va desplazando poco a poco- no sé explicar bien cómo o a qué velocidad, pero se mueve- de forma que nosotros, encima, flotamos. Además, ahí abajo, hay gas. Hay una concesión denominada Concesión Rijswijk que se extiende bajo toda la ciudad de Rotterdam. Las concesiones de derechos minerales llegan hasta el centro de la tierra. Esta concesión es propiedad de Shell, cuando lo leí no me lo podía creer, escribí a Shell pidiéndoles más información sobre su concesión. Me llamaron inmediatamente. Shell quería saber quién soy, quién es esta artista que se ha enterado de que somos propietarios de una concesión de gas bajo la ciudad donde vive.
Así, a la pregunta pertinente que lanzaba Saskia Sassen, acerca de quién es propietario de tu ciudad, me gustaría añadir ¿quién es propietario de –debajo– de tu ciudad?
Para terminar, he de volver sobre la cuestión de si debería de subir al ático de mi casa. Es obvio que no es como para andar presumiendo de no haber subido nunca a ese ático. Pero, no sé, quizá haga falta que queden espacios desconocidos, espacios sin explorar. Lugares no productivos. Descampados. Que quizá sean una posibilidad, un futuro.